FIESTAS TRADICIONALES EN ESCUINAPA
REPRESENTACIÓN DE LAS FIESTAS PATRIAS
Jorge Alberto Macias Gutiérrez.
Una fiesta o representación que era tradicional y que desde hace aproximadamente 23 años, desafortunadamente desapareció, lo fue la dramatización del gesto heroico del grito de la Independencia. El 15 de septiembre por la tarde-noche, en Escuinapa, vecinos del Barrio Paredones, poseedores de un gran sentido patrio, que inflamaba su espíritu en remembranza de la gesta heroica del padre de la patria, cura don Miguel Hidalgo y Costilla , realizaban una representación del inicio del movimiento emancipador. Esta estaba encabezada, en sus inicios, por el señor José Guzmán, apodado El Nalgón, primer promotor e iniciador de la representación quien fuera esposo de la señora Rafaela Sánchez, con quien procreo un hijo que murió de escasos meses de edad y bautizado como Margarito Guzmán Sánchez.
El Nalgón, quien era nativo del estado de Nayarit, representaba al cura párroco don Miguel Hidalgo y Costilla, adalid nacido en la hacienda de Corralero, de ideas liberales acendradas quien, al osar retar a la monarquía española y los inamovibles intereses creados en la Nueva España, por el clero, los ricos españoles y algunos mestizos que veían mas por sus intereses económicos que por remediar la discriminación y el maltrato de sus semejantes de sangre y sus medios hermanos, los indígenas subyugados.
La metrópoli española se encontraba ,al finalizar el siglo XVIII, en un estado casi agónico en el que se había sumido, entre otros factores, por la invasión y la guerra contra Francia, todo propiciado por la miopía de Fernando VII y la escasa información proporcionada por el virrey de la Nueva España don José de Iturrigay y, posteriormente, del virrey Francisco Javier Venegas.
En el acto representado participaban no solo vecinos de dicho barrio sino también vecinos de la entonces villa, imbuidos de gran fervor patrio. La representación se iniciaba en el amplio solar del entonces llamado El tamarindo, por la calle Libertad (Barrio Paredones), donde actualmente se construye un parque publico. En ese sitio se organizaba el desfile y de ahí partía.
El contingente se dirigía rumbo al palacio municipal, donde liberaban presos, que horas antes habían sido encarcelados y éstos se integraban al equipo de la representación, donde había soldados y oficiales insurgentes. Algunos nombres que fue posible rescatar fueron el del señor Rufino Garate, los hermanos Andrés y Cruz Rendón, Juan Cañedo, Félix Ruesgaz y Feliciano Garate, como primeros efectivos de la tropa insurgente. Como oficiales de los soldados se recuerdan a los señores: Donaciano, Facundo y Crescenciano Rendón, El Prieto de Paredones, Guadalupe Crespo Avilés, Juan Antonio Crespo, quienes eran remembranza de los capitanes don Mariano Abasolo, don Ignacio Aldama, don Ignacio Allende y José Mariano Jiménez, que con el cura Hidalgo iniciaron el movimiento que once años de lucha después, culminaría con la independencia reconocida de México.
También participaban, como soldados insurgentes, el señor Francisco Rendón, alias El Mudo, Candelario Rodríguez (quien actualmente vive en Tecualilla e hijo de Don Chuy Rodríguez) y Cruz Rendón El Chango, quien les ordenaba: “avancen hijos de la chingada”: Las huestes le recriminaban....... ¡he Cruz le agarraste gordo!, es decir que se había excedido. La voz de mando, enérgica, posiblemente sin las insolencias, corresponderían al que en un tiempo breve seria, el Generalísimo don Ignacio Allende, a partir del nombramiento, dado bajo presión de los demás militares insurgentes, en la hacienda de Pabellón.
Los que representaban al populacho guerrillero, vestían con calzón de manta blanca y camisa del mismo material; otros, pieles de venados. Llevaban itacate con víveres visibles como: pescado seco, tamales, pan y bule con agua. Entre estos se recuerda también a los hermanos Juan, Simón, Lorenzo y Miguel González, conocidos con el sobrenombre de Los coricos. Iban armados con machetes de palo, bieldos del mismo material, hondas, sables de metal, espadas de madera, rifles auténticos y de madera.
Al desfilar por las calles principales de la villa (después restringirían la ruta seguida, debido al crecimiento de la ciudad y las modificaciones urbanísticas que esto conlleva), por la actual calle Hidalgo, gritaban consignas como ¡mueran los gachupines!, ¡muera el mal gobierno! vivas y haciendo gran algarabía.
Las mujeres del Barrio Paredones y de otros barrios, también participaban y entre ellas se recuerdan a las señoritas: Maria Félix, Paula y Maria Luisa Altamirano González. Ataviadas de indígenas, participaban las señoritas: Barbarita “ita”, Crespo Mendoza, Petrita y Paula Garate Rendón, hijas de Rufino Garate, quien llegó a representar a don Miguel Hidalgo y Costilla. La participación de las mujeres era en semejanza a la victima de los soldados realistas, La gabina y su hijo, quienes fueron inmolados por orden de Calleja, a pesar de su inocencia evidente.
Después de la ceremonia del grito, el cual realizaban en el kiosco de la plazuela Corona, “antes del grito oficial”, el contingente regresaba al Barrio Paredones. En los orígenes de esta representación no existía la actual plazuela Corona, sin embargo el recorrido terminaba en el mismo sitio que entonces era solamente un solar.
Al día siguiente, 16 de septiembre, el mismo grupo asistía, continuando la representación, a la Presidencia Municipal, donde pedían la rendición de la plaza. Durante ese desfile los acompañaba una carreta de madera jalada por acémilas, ricamente decorada, que transportaba una guapa señorita ataviada como indígena. Con frecuencia este contingente se incorporaba al desfile cívico militar, que organizaba el Ayuntamiento de Escuinapa, como era tradicional.
Quizás la época de mayor esplendor de dicha representación fue cuando la organizaba y encabezaba (representando al cura don Miguel Hidalgo y Costilla), el señor Romualdo Salas, alias El güevon, el mas conocido entre las nuevas generaciones, quien vivía por la calle La Paz, donde actualmente vive la maestra Nachi Rodríguez Crespo. Su esposa fue la señora Catalina Medina de Salas con la que procreo tres hijos, una mujer, Dolores, y dos hombres: Pedro alias peyuco, y Lauro alias El largas.
Esta representación mínimo se realizo durante un periodo de 100 o mas años, perdiéndose tristemente esta tradición, sobre todo por la indisciplina, el desorden y el vandalismo de algunos asistentes y, lo mas triste de todo, por algunos seudo-estudiantes que entre otras tropelías, quebraron el vidrio del cuadro que contenía el cromo de la virgen de Guadalupe y deterioraron el estandarte, símil del que tomo el cura Hidalgo en Atotonilco. Aquel fue restaurado pacientemente por la señora Gerasima Crespo Estrada, nieta de Doña Remigia Estrada Hernández (la de los famosos bailes de candil, del prestigiado Callejón de los mangos).
Doña Gerasima cuenta en la actualidad con 78 años de edad y conserva en su poder la túnica que usaba su esposo (que fue uno de los tantos que representó al cura párroco don Miguel Hidalgo), de nombre José Ángel González Hernández, alias El chueco, con el que prácticamente se dio por terminada esta tradición. No obstante, su hijo José Gabriel González Crespo, trató en vano de continuar esta centenaria representación.
La tropa desfilaba por las calles de la ciudad acompañada por los rítmicos y acompasados acordes de una primitiva flauta de carrizo, la cual interpretaba Francisco Rendón; un tamborcito, evocación del celebre insurgente Ignacio Garrido, tambor mayor del Batallón Provincial Guanajuato, acantonado en el entonces cuartel del Príncipe, después cuartel de San Pedro. Dicho tambor mayor fue el encargado de avisar (a Hidalgo o a cualquiera de los jefes insurgentes), si la conspiración iniciada en Querétaro, era descubierta. Su nombre oscuro y enigmático: para don Lucas Alaman era Juan, para Carlos Maria Bustamante, José Maria. José Maria Liceaga finalmente consideró como mas aceptado nombrarle Ignacio Garrido, o, según Bustamanete, José Maria Garrido.
El tambor lo percutían entre otros: Rufino Garate o El jovo, Juventino. El tronar de los cuetes sonaban incansables desde el inicio de la procesión, la cual era disfrutada tanto por los ojos absortos de los niños, como por el respeto y admiración de los adultos.
En la época del señor José Ángel González, en Escuinapa se contaba con un grupo nativo de danzantes o matachines, casi todos vecinos también del Barrio Paredones y uno que otro de barrios mas alejados, como el señor Segundo Ramírez alias El matachín, que vivía por la Cañada del chivo, actual calle Veracruz oriente. Aunque en el grupo también se incluían algunas nativos de Matatan, pero avecindados en Escuinapa.
Doña Gerasima conserva aun las mascaras y otros aditamentos, entre ellos uno elaborado a base de espinas de jarretadera, trocitos de carrizo y motitas de estambres de vivos colores, coronas adornadas con espejos, chaquira y lentejuela.
Este grupo participaba en todas las fiestas religiosas de Escuinapa, bailando en el atrio o fuera de los templos. La formación del grupo de danzantes obedeció a una promesa o manda que hizo el señor José Ángel González cuando sufrió un accidente automovilístico rumbo a las fiestas del paseo del mar de las Cabras (conocidas como las playas), sufriendo una grave fractura en una pierna, que estuvo a punto de serle amputada. Este grupo desapareció al fallecer el señor José Ángel González, alias El chueco, hace también 23 años.
No esta por demás aclarar que tanto el parecido físico como la estatura de El nalgón y de El güevon, eran extraordinarios con el caudillo de la independencia nacional. Lo mas sobresaliente de la festividad era la veneración y el respeto casi religioso que les inspiraba la remembranza de la gesta heroica que nos dio independencia, libertad y la personalidad propia como nación.
El argumento o mejor dicho, los argumentos que esgrimió el cura don Miguel Hidalgo, al inicio del movimiento, fueron: “calificar al gobierno español de tiránico y despótico, que tenia esclavizada la América por 300 años y a los españoles europeos de tiranos y déspotas, usureros, ambiciosos, enemigos de la felicidad de América, impíos, traidores, libertinos, vilipendiadores del sacerdocio, asesinos de la religión, que han calificado a los americanos de indignos de toda distinción y honor; que tenían vendido el reino a una nación extranjera y que si así no les importara a los americanos, nunca hubieran desenvainado su espada contra los europeos”.